Por suerte,
esto está escrito por un abogado. Sería bueno que los responsables de las
Sociedades Científicas se pusieran en contacto con él. Nos parece oportuno
transcribir parte de este artículo publicado en el Diario El Cronista, hace
aproximadamente dos años, por el Dr. Marcos R. Llambias. "Ha tomado estado
publico la pesadilla que causa desvelos, cuando no INFARTOS, a muchos miembros
de la comunidad médica. Los juicios por mala praxis se han convertido en un
provechoso recurso de subsistencia para muchos abogados ávidos de litigio,
conocedores de las falencias del sistema.
Los títeres
del arte de curar, marionetas de obras sociales, hospitales y sistemas prepagos
de atención, hospitales y sistemas prepagos de atención medica trabajan donde y
como pueden. Su responsabilidad social hace funcionar las instituciones y su
irresponsabilidad personal los lleva a exponerse inútilmente. El día en que
ellos, verdaderos médicos por vocación, dejen de pensar tanto en el paciente,
en su capacitación profesional a cualquier costo, en las instituciones para las
que trabajan, y tomen conciencia de lo mucho que arriesgan en cada acto médico,
ese día la atención del país se paralizara. Porque solo un demente alguien que
ha perdido la facultad de discernir entre la bondad y la estupidez, puede
aceptar la responsabilidad de barajar una vida humana cuando un sistema
perverso y carente en todo sentido no le brinda la seguridad y tranquilidad
necesarias para trabajar como corresponde.
Porque el
médico que asume la responsabilidad en un acto quirúrgico, que se somete al estrés
de desplegar su arte sobre un paciente dormido, que asume la lucha contra la
enfermedad ajena, que desafía a la muerte sabiendo que no siempre triunfara y
que acepta hacerlo por la vergonzosa remuneración que el sistema le asigna, ese
médico no es bueno, es ESTUPIDO, es alguien que consume toda su inteligencia en
el cadalso de su ofrenda personal hacia un prójimo que no le reconoce el
esfuerzo. Agotada su paciencia, ya no puede ver que un error, aunque
involuntario, le puede costar su patrimonio, su bienestar, su salud. Este
suicida altruista figura en todas las cartillas de los sistemas prepagos de atención
medica.
Trabaja en
los hospitales nacionales, provinciales o municipales, superado por un aluvión
de pacientes que envejece haciendo colas y recibe atención francamente
deficitaria.
Deambula por
clínicas y sanatorios juntando monedas para poder subsistir. Este médico,
suicida por vocación, inteligente para el prójimo y descerebrado para sí mismo,
bueno y estúpido a la vez, responsable ante la sociedad e irresponsable ante su
familia, es la carne del cañón, el centro del blanco de la industria de la
"mala praxis". Todo abogado sabe que en este sistema perverso, tan
carente de recursos, tan manoseado por inescrupulosos enriquecidos a costa de
la salud, el medico es el "hilo fino" mas fácil de cortar, el
candidato ideal para exprimir, el ingenuo mas liviano de sacudir para rescatar
las monedas que llevan en los bolsillos.
Lo que pocos
se han puesto a pensar, es que, en definitiva este ensañamiento médico, que no
discrimina entre idóneos e incapaces, entre buenos y malos, decentes y
envilecidos comerciantes, es fundamentalmente perjudicial para el paciente. La
comunidad toda empieza a sufrir las consecuencias cuando el médico capacitado,
con experiencia, con reconocido prestigio entre sus colegas, empieza a
"esquivar" la patología difícil, esa donde arriesga mucho y gana
poco. El médico que cuida sus espaldas, discrimina por necesidad. La comunidad
toda sufre esta realidad, al verse privada de la idoneidad y la experiencia de
sus mejores médicos. Porque los mejores, también los mas inteligentes, rápidamente
ven la necesidad de dar un paso al costado para no exponerse. Si bien es cierto
que algunos médicos argentinos no están acostumbrados a responsabilizarse por
sus acciones, también es cierto que la inmensa mayoría, no tendría que trabajar
en las actuales circunstancias. Arriesgan mucho sin ganar nada. Porque si un
cirujano tiene que afrontar un juicio por mala praxis, la demanda supera en
miles de veces la remuneración de su trabajo. Una intervención $120 puede
convertirse en un juicio de $120.000. Así las cosas, los sistemas prepagos de atención
medica, circular mediante, solicitan a sus médicos fotocopia de la póliza de
seguro suscrita. Ellos, al mejor estilo de Poncio Pilato, pretenden que el médico,
con centavos que le asignan por su trabajo, contrate un seguro de "mala
praxis". De esta manera, los líderes de la medicina prepaga se cubren de
los errores del servicio que dicen brindar. Logran su cometido sin sacrificar
un solo centavo de sus arcas. Con los aranceles vigentes, ningún medico puede
asegurarse contra "mala praxis". Con temor a la "mala
praxis", ninguno puede trabajar como debería.
El auge de
este tipo de juicios no es culpa de los abogados. Ellos, que son muchos y deben
subsistir, han visto las falencias del sistema que colocan al médico en la
primera línea de fuego. Como frágil fusible de una maquina sanitaria en
constante corto circuito, el medico salta y se quema. Gane o pierda, con o sin
justicia, con razón o sin ella, el médico debe pagar. La sociedad parece
ensañada con los encargados de velar por la salud.
Todos y cada
uno debemos ser responsables de nuestros actos. Los errores deben ser asumidos
y la impunidad desterrada. Estos grandes objetivos no pueden tener vigencia
unilateral. La vida del paciente vale tanto como la del médico.
Por el bien
de todos, la legislación debe proteger tanto a una como a otra"