sábado, 25 de octubre de 2014

Fármacos que desatan tentaciones

  • Los agonistas de la dopamina se asocian con trastornos de control de impulsos

LUIS PAREJO
LUIS PAREJO


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Hipersexualidad, ludopatía y compras compulsivas... Tres trastornos de la conducta que acompañan al Parkinson en dos de cada 10 pacientes (en la población general, seis de cada 100), pero no por la propia enfermedad sino como consecuencia de los fármacos antiparkinsonianos, los llamados agonistas de la dopamina. Así lo confirma una investigación estadounidense tras analizar datos de pacientes a lo largo de 10 años en 22 países. 

Estudios previos ya señalaban alteraciones de este tipo en personas con Parkinson, síndrome de piernas inquietas e hiperprolactinemia (aumento de los niveles de la hormona prolactina en sangre), todos ellos tratados con agonistas de la dopamina. El problema es que "los análisis no eran lo suficientemente significativos" como para concluir una asociación directa, según argumenta Thomas J. Moore, el firmante principal del trabajo que acaba de publicar la revista The Journal of the American Medical Association (JAMA). "Estaban basados sólo en unas pocas docenas de pacientes".
Ahora, después de revisar los 2,7 millones de efectos adversos registrados en varias naciones por la Agencia Americana del Medicamento (FDA, por sus siglas en inglés) entre 2003 y 2012 (entre pacientes con Parkinson, síndrome de piernas inquietas e hiperprolactinemia), Moore y su equipo concluyen que "existe evidencia significativa para relacionar los medicamentos agonistas de la dopamina (seis clases diferentes: pramipexol, ropinirol, cabergolina, bromocriptina, rotigotina y apomorfina) con los trastornos del control de los impulsos. 

"Identificamos 1.580 eventos adversos" de este tipo: ludopatía (628), hipersexualidad (465) y compulsión por comprar (202), los más frecuentes, pero también se observaron otros casos, aunque en menor proporción, como la dromomanía (obsesión patológica por trasladarse de un lugar a otro), la cleptomanía, la inclinación excesiva por las fantasías sexuales o los trastornos alimenticios. En total, 710 se produjeron por los fármacos agonistas de la dopamina y el resto (870) se derivaron de otros tipos de fármacos. Es decir, los agonistas de la dopamina, por sí solos originan trastornos de la conducta en casi el 50% de las ocasiones. Concretamente, los que muestran una asociación más fuerte son: pramipexol y ropinirol.

Estos comportamientos "pueden afectar enormemente al trabajo de los afectados, a su vida de pareja y a la economía familiar", advierten los autores del estudio. Sin embargo, se estima que "alrededor de un 50% de ellos no transmite su situación a su médico, incluso cuando se les pregunta, minimizan el problema". 

En este sentido, Irene Martínez Torres, vocal del grupo de estudio de trastornos del movimiento de la Sociedad Española de Neurología (SEN), explica que "muchas veces se sienten avergonzados por sus conductas" y se las ocultan a su familia y al especialista. Por esta razón, agrega la experta, que trabaja en la Unidad de trastornos de movimiento del Hospital La Fe de Valencia, "cuando vamos a introducir estos medicamentos o a aumentar la dosis, lo que hacemos es informar al paciente y a sus familiares para que puedan identificar estas situaciones". Además, en las consultas rutinarias, "preguntamos de forma activa y directa. No esperamos a que nos lo cuenten [...] Es fundamental que la familia esté al tanto porque los pacientes muchas veces engañan". Bien sea para hacerse con dinero con el que poder jugar, a espaldas de sus seres queridos, o para dar respuesta a sus mayores ganas de mantener relaciones sexuales, "más de lo normal. Hacen uso de material pornográfico, persiguen a las mujeres a todas horas o inician relaciones fuera del matrimonio... Puede llegar a suponer un conflicto dentro de la pareja".

Una vez se identifican estos problemas, se puede modificar la estrategia terapéutica. "Vamos reduciendo el agonista de la dopamina (imita el efecto de la dopamina en el cerebro) hasta dosis muy bajas, o incluso la suspensión completa, y a la vez aumentamos los niveles de levodopa (tratamiento fundamental del Parkinson.)". Así se consiguen controlar las conductas compulsivas, aunque es cierto que "el control de la capacidad de movimiento empeora". Por eso, "siempre tenemos que hacer balance entre el efecto clínico y los efectos secundarios". 

Según los datos recogidos por el trabajo de Moore y sus colegas, y que coincide con estudios previos, los trastornos de control de impulsos derivados de la medicación agonista de dopamina afectan especialmente a los pacientes jóvenes y a los hombres. Dentro de cada conducta, matiza la especialista española al comentar la nueva investigación, se ha visto que "los hombres tienden más a desarrollar ludopatía e hipersexualidad y las mujeres, compras compulsivas". Las razones se desconocen. 

Lo que sí intuyen los autores de la investigación es que si este tipo de fármacos generan alteraciones de conductas compulsivas porque, además estimular zonas del cerebro asociadas a los movimientos del Parkinson (caracterizado por la pérdida de dopamina), activan en exceso determinadas regiones cerebrales relacionadas con la impulsividad

En definitiva, "nuestros resultados confirman y amplían la evidencia de que los fármacos agonistas de los receptores de la dopamina se asocian con graves trastornos de control de impulsos" y, dados los hallazgos, quizás la FDA debería plantearse la idoneidad de incluir advertencias en los envases de esta clase de medicamentos. "El prospecto sí habla del riesgo a desarrollar conductas compulsivas, pero somos los médicos quienes debemos conocer la información y ofrecérsela al paciente y sus familiares".

Y los datos podrían ser peores de lo que esta investigación muestra, según señala un editorial publicado también en JAMA. La base de datos de la FDA donde se recogen estos efectos secundarios sólo muestra aquellos que detectan los médicos y familiares. En muchos casos, estos efectos no quedan registrados porque pasan desapercibidos por algunas familias ya que los propios pacientes los intentan ocultar por sentir vergüenza.

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