sábado, 25 de octubre de 2014

Fármacos que desatan tentaciones

  • Los agonistas de la dopamina se asocian con trastornos de control de impulsos

LUIS PAREJO
LUIS PAREJO


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Hipersexualidad, ludopatía y compras compulsivas... Tres trastornos de la conducta que acompañan al Parkinson en dos de cada 10 pacientes (en la población general, seis de cada 100), pero no por la propia enfermedad sino como consecuencia de los fármacos antiparkinsonianos, los llamados agonistas de la dopamina. Así lo confirma una investigación estadounidense tras analizar datos de pacientes a lo largo de 10 años en 22 países. 

Estudios previos ya señalaban alteraciones de este tipo en personas con Parkinson, síndrome de piernas inquietas e hiperprolactinemia (aumento de los niveles de la hormona prolactina en sangre), todos ellos tratados con agonistas de la dopamina. El problema es que "los análisis no eran lo suficientemente significativos" como para concluir una asociación directa, según argumenta Thomas J. Moore, el firmante principal del trabajo que acaba de publicar la revista The Journal of the American Medical Association (JAMA). "Estaban basados sólo en unas pocas docenas de pacientes".
Ahora, después de revisar los 2,7 millones de efectos adversos registrados en varias naciones por la Agencia Americana del Medicamento (FDA, por sus siglas en inglés) entre 2003 y 2012 (entre pacientes con Parkinson, síndrome de piernas inquietas e hiperprolactinemia), Moore y su equipo concluyen que "existe evidencia significativa para relacionar los medicamentos agonistas de la dopamina (seis clases diferentes: pramipexol, ropinirol, cabergolina, bromocriptina, rotigotina y apomorfina) con los trastornos del control de los impulsos. 

"Identificamos 1.580 eventos adversos" de este tipo: ludopatía (628), hipersexualidad (465) y compulsión por comprar (202), los más frecuentes, pero también se observaron otros casos, aunque en menor proporción, como la dromomanía (obsesión patológica por trasladarse de un lugar a otro), la cleptomanía, la inclinación excesiva por las fantasías sexuales o los trastornos alimenticios. En total, 710 se produjeron por los fármacos agonistas de la dopamina y el resto (870) se derivaron de otros tipos de fármacos. Es decir, los agonistas de la dopamina, por sí solos originan trastornos de la conducta en casi el 50% de las ocasiones. Concretamente, los que muestran una asociación más fuerte son: pramipexol y ropinirol.

Estos comportamientos "pueden afectar enormemente al trabajo de los afectados, a su vida de pareja y a la economía familiar", advierten los autores del estudio. Sin embargo, se estima que "alrededor de un 50% de ellos no transmite su situación a su médico, incluso cuando se les pregunta, minimizan el problema". 

En este sentido, Irene Martínez Torres, vocal del grupo de estudio de trastornos del movimiento de la Sociedad Española de Neurología (SEN), explica que "muchas veces se sienten avergonzados por sus conductas" y se las ocultan a su familia y al especialista. Por esta razón, agrega la experta, que trabaja en la Unidad de trastornos de movimiento del Hospital La Fe de Valencia, "cuando vamos a introducir estos medicamentos o a aumentar la dosis, lo que hacemos es informar al paciente y a sus familiares para que puedan identificar estas situaciones". Además, en las consultas rutinarias, "preguntamos de forma activa y directa. No esperamos a que nos lo cuenten [...] Es fundamental que la familia esté al tanto porque los pacientes muchas veces engañan". Bien sea para hacerse con dinero con el que poder jugar, a espaldas de sus seres queridos, o para dar respuesta a sus mayores ganas de mantener relaciones sexuales, "más de lo normal. Hacen uso de material pornográfico, persiguen a las mujeres a todas horas o inician relaciones fuera del matrimonio... Puede llegar a suponer un conflicto dentro de la pareja".

Una vez se identifican estos problemas, se puede modificar la estrategia terapéutica. "Vamos reduciendo el agonista de la dopamina (imita el efecto de la dopamina en el cerebro) hasta dosis muy bajas, o incluso la suspensión completa, y a la vez aumentamos los niveles de levodopa (tratamiento fundamental del Parkinson.)". Así se consiguen controlar las conductas compulsivas, aunque es cierto que "el control de la capacidad de movimiento empeora". Por eso, "siempre tenemos que hacer balance entre el efecto clínico y los efectos secundarios". 

Según los datos recogidos por el trabajo de Moore y sus colegas, y que coincide con estudios previos, los trastornos de control de impulsos derivados de la medicación agonista de dopamina afectan especialmente a los pacientes jóvenes y a los hombres. Dentro de cada conducta, matiza la especialista española al comentar la nueva investigación, se ha visto que "los hombres tienden más a desarrollar ludopatía e hipersexualidad y las mujeres, compras compulsivas". Las razones se desconocen. 

Lo que sí intuyen los autores de la investigación es que si este tipo de fármacos generan alteraciones de conductas compulsivas porque, además estimular zonas del cerebro asociadas a los movimientos del Parkinson (caracterizado por la pérdida de dopamina), activan en exceso determinadas regiones cerebrales relacionadas con la impulsividad

En definitiva, "nuestros resultados confirman y amplían la evidencia de que los fármacos agonistas de los receptores de la dopamina se asocian con graves trastornos de control de impulsos" y, dados los hallazgos, quizás la FDA debería plantearse la idoneidad de incluir advertencias en los envases de esta clase de medicamentos. "El prospecto sí habla del riesgo a desarrollar conductas compulsivas, pero somos los médicos quienes debemos conocer la información y ofrecérsela al paciente y sus familiares".

Y los datos podrían ser peores de lo que esta investigación muestra, según señala un editorial publicado también en JAMA. La base de datos de la FDA donde se recogen estos efectos secundarios sólo muestra aquellos que detectan los médicos y familiares. En muchos casos, estos efectos no quedan registrados porque pasan desapercibidos por algunas familias ya que los propios pacientes los intentan ocultar por sentir vergüenza.

domingo, 19 de octubre de 2014

Yo soy otra víctima de la estimulación temprana

Los padres, en lugar de gastar plata en pendejadas, deberían pasar más tiempo con sus hijos y leerles buenos libros.

Un amigo tenía a su mujer embarazada y, henchido de amor paterno, enloqueció con el futuro bebé. Fui a visitarlo y llevarle un par de regalos: un babero simpático, que decía en letras azules “Mothersucker”, y uno de esos juguetitos de caucho para morder. Mi amigo había llegado hacía poco de Nueva York, adonde tuvo que viajar por trabajo, y se había gastado una verdadera fortuna en cosas para su primogénito. Entre lo que me mostró había un sistema de monitoreo para el bebé con cámaras, micrófonos y sensores de movimiento que envidiaría James Bond, pero lo más absurdo y exagerado era una especie de arnés-cinturón con formas redondeadas que rodeaba la barriga de su esposa y que constituía una especie de surround-system sofisticadísimo para hablarle al bebé a través de un micrófono, y también ponerle música. Me contó orgulloso que, gracias a que el aparato estaba en oferta, le había costado poco menos de 300 dólares (seguro el precio era US$299). Luego, mientras yo me preguntaba qué había pasado con el clásico método de acercar la cara a la barriga y hablarle con cariño, ella se puso el arnés, que conformaba una cadena de bafles adheridos a la barriga, conectó un micrófono y le dijo: “Hola, bebé”; luego me pasó el micrófono y me hizo saludarlo. Obedecí, desconcertado. La feliz madre me contó que le hablaban todo el día, y que además le ponían música clásica.


Salí pensando que se había acabado la época feliz en que los nonatos flotaban tranquilos en líquido amniótico, ajenos al barullo del mundo exterior. A este pobre los papás le daban lora desde antes de nacer, lo saludaban extraños y le ponían música amplificada cuando a lo mejor lo único que quería era hacer la siesta. De aquello han pasado unos cinco años y, la verdad, veo al niño y no me parece más despierto ni más inteligente que otros cuya gestación ocurrió en paz, sin que pretendieran instruirlos y desarrollarlos desde que eran cigotos.

Pero mi amigo y su esposa no son los únicos que han sucumbido al espejismo de la estimulación temprana. Hay un cultivo generalizado de niños hidropónicos en los últimos años, merced al ansia de que desarrollen sus facultades desde que apenas son simples seres que babean y cagan —o, peor aún, desde que aún carecen de forma humana—, para que en el futuro sean geniales y exitosos, unos verdaderos ganadores. Eso es, ni más ni menos, la competitividad moderna de sus padres, la lucha darwinista empresarial y social proyectada sobre el mundo infantil. Antes, uno iba al parvulario a jugar, tener interacción con otros niños y algo más; ahora hay jardines bilingües —y carísimos—, con un pénsum complejo en el que la criatura no puede estar por ahí, disfrutando el ocio que le será negado durante casi el resto de su vida, porque lo embuten de música, nociones prematemáticas, idiomas, ecología y, si nos descuidamos, química e historia universal. Escoger jardín de infantes, sin embargo, es menos angustioso que la posterior búsqueda de colegio: los bogotanos piensan que quien no entre al Nueva Granada, el Anglo, Los Nogales y un par más se quedará bruto. Igual pasa con un puñado de colegios en el resto de ciudades colombianas, razón por la cual entrar a dichos antros requiere todo tipo de abolengos, bonos, pruebas psicotécnicas y humillantes interrogatorios moralistas a la familia para decidir la admisión. En países más desarrollados y menos clasistas, a la gente la meten en la escuela del barrio.


Es la misma oleada que relegó muchos dibujos animados. Las caídas del coyote y sus múltiples accidentes con productos ACME, los porrazos que recibe Silvestre del amanerado Piolín, las reyertas de Tom y Jerry, la neura perdedora del pato Lucas, el odio acendrado del personaje narizón enemigo de la Pantera Rosa… todo eso fue barrido por dibujitos políticamente correctos, no violentos, que pretenden explicar el mundo a los niños y terminan con esperpentos como Dora, la exploradora, que dice: “Vamos para el lago, we are going to the lake”, y suena como una gomela cula de esas que nunca han montado en bus ni se han comido un almuerzo ejecutivo. De otro lado, la inteligencia emocional, si es que existe, no se cultiva ahí sino en las telenovelas: los niños que a temprana edad vimos Leonela, Los ricos también lloran y Topacio supimos de antemano que el mundo está lleno de bajas pasiones y que el amor florece entre los cardos.

El principal bastión de la utopía estimuladora son los productos Baby Einstein, que pretenden causar la genialidad con libritos de historias insulsas y personajes planos, musiquillas electrónicas de consultorio y DVD soporíferos. Los padres, en lugar de gastar plata en esas pendejadas, deberían pasar más tiempo con sus hijos y leerles buenos libros de los hermanos Grimm y de Roald Dahl, así como Pinocho y Momo. Eso sí puede hacer la diferencia.



A la larga, el genio, como el amor, florece entre los cardos. Siempre ha sido así. Estuve buscando biografías en mi biblioteca y me encontré con que los estudios de George Washington, cuando tenía 11 años, “no pasaron de lo que habitualmente se enseñaba en las escuelas rústicas del condado, dado que jamás mostró interés por las letras o la filosofía, apartándose en todo momento de las cuestiones no relacionadas directamente con la práctica cotidiana”; Beethoven, por su parte, era “poco brillante en los estudios, sobre todo con las matemáticas”; George Stephenson, constructor de la primera locomotora, “no logró aprender a leer y a escribir hasta los 18 años”; la vida de colegio de Balzac “hizo de él un niño regordete y apático, mal estudiante y ávido lector”; Garibaldi, el luchador de la unidad italiana, “prefería vagar por el campo o la playa antes que estudiar”; Rodin “era mal estudiante y solamente se distinguía por su gran afición y capacidad para el dibujo”; Guglielmo Marconi, el inventor de la telefonía sin hilos, “era un niño de salud débil y algo taciturno, que no brilló como alumno”, para no poner de ejemplo al mismísimo Einstein, a quien usurpan su nombre los juguetitos de marras, quien “desde sus comienzos demostró cierta dificultad para expresarse, pues no empezó a hablar hasta la edad de 3 años, por lo que aparentaba poseer algún retardo que le provocaría algunos problemas”.



domingo, 12 de octubre de 2014

Migración Venezolana

Este articulo no es de mi cosecha pero como todos los octubres recuerdo mi emigración fallida, he decidido publicarlo...  

A pesar de los muchísimos casos de éxito también encontramos casos de fracaso, donde los protagonistas han regresado al país, muchas veces con peor situación a la que tenían antes de salir, regresan sin empleo, casa, carro, dinero y con la sensación de fracaso, claro esto para quienes realmente lo intentaron, por el contrario, hay otros que fracasan y por arrogancia regresan hablando mal del país y la sociedad donde estuvieron.

A diferencia de otros países latinoamericanos, el Venezolano que emigra en una gran mayoría es de clase media, alta o al menos posee estudios universitarios, dejando trabajo y renunciando a la estabilidad de la zona de confort. Estas condiciones hace que se arriesgue mucho dejando atrás un estilo de vida muy distinto al que encontrará en el país destino. Nuestros vecinos cercanos y camaradas de Sudamérica, (Colombianos, Ecuatorianos, Peruanos y Bolivianos) quienes tienen muchos años más que nosotros emigrando, en su mayoría quienes salen son las clases bajas en busca de algo mejor, por lo que el cambio no es tan grande, con la diferencia de llegar a un país que por lo general les brinda una estabilidad y paz social que ya no tenían en casa. Está diferencia por sutil que parezca, hace que nos cueste algo más adaptarnos a las nuevas reglas del juego, también nos perjudica mucho el que en la maleta muchos compatriotas meten la viveza del Venezolano, esa que tanto daño nos ha hecho, personalmente recomiendo dejarla en casa, en un cajón mientras más guardado y bajo llave mejor, enterrada seria perfecto.


Emigración Venezolana
Los que se traen tal característica se creen dueños del mundo y que pueden seguir haciendo lo que les da la gana, de forma muy errada. He escuchado doctores decir, que se vinieron a España desde Estados Unidos porque aunque en ambos países beber alcohol y manejar esta penado, aquí las sanciones son algo más suave, bueno en realidad eso ya no es cierto, con los cambios de normativas y con el carnet por puntos, aquí en España es tan o más severo que en el imperio, pero para variar al vivo le gusta hablar sin saber de que habla.
Las razones del fracaso migratorio del Venezolano son variadas, listare algunas sin ningún orden o tipo de preferencia, entre ellas encontramos:

- Viveza del Venezolano. Como comente anteriormente, la viveza tan conocida en el país y tan utilizada para justificar los malos comportamientos, es un cáncer que carcome el alma de unos ciudadanos que han decidido usarla como forma de vida. Con ella justifican las violaciones a las leyes, abuso contra las normas de convivencia o de cualquier reglamento que intente mantener el orden de la sociedad.
Llegar a una sociedad donde se respetan las leyes de transito y se tienen sanciones fuertes de no hacerlo, es muy perjudicial para el vivo, imagínate no poder consumir alcohol y conducir, es algo intolerable. No poder colearse en cualquier sitio porque es sacado de la fila y no atendido supone una humillación para el bocón del vivo. Tantas situaciones que se pueden comentar donde el vivo es un pez fuera del agua, pero podemos concluir con que no puede llegar a una playa, meter su todo terreno en la arena poner la música a todo volumen y beber hasta acabar con las licorerías cercanas es suficiente motivo para no adaptarse.Ejemplo de la Viveza del Venezolano

- Falta de Humildad. Algunos Venezolanos emigran creyendo que por su clase social y su titulo universitario el mundo debe arrodillarse a sus pies y son incapaces de bajarse de esa nube en la que viven. Afuera la gente no pone el título por delante del nombre, ni existe esa separación tan fuerte entre estudiado y no, ya que todos ejercen un papel vital para el buen funcionamiento de la sociedad. Antes de la crisis mundial, en los países desarrollados no era un requisito para todo ciudadano el tener título universitario como si lo es en mayor medida en Venezuela. Dos razones fundamentales, la primera el costo y la segunda, que con empleos de menor jerarquía se puede obtener los medios para vivir. Esta falta de Humildad hace que no busque o acepte trabajos de menor cualificación haciendo imposible su adaptación y por falta de medios debe regresar.

- Creer que se está de vacaciones. Uno de los errores más grandes que comete el Venezolano es creer que el cupo de Cadivi estudiante o en su defecto el de viajes (algunos salen con ese) es un regalo y lo consume sin miramientos, yendo a bares, restaurantes o museos como si no hubiese mañana, en un comportamiento más de turista que desea conocer todo en pocos días que de residente. Este despilfarro hace que cuando las cosas cambian sea porque le rechazan el cupo o porque no consigue empleo los gastos mensuales sean insostenibles. A pesar de las advertencias muchos comenten este error, aunque se niegan a aceptarlo. No es lo mismo comprar un ordenador que conocer el país y alrededores aunque sean viajes low cost.¿Vacaciones o Migración?

- Malas decisiones. Por presión, soledad o la depresión común del emigrante se pueden tomar decisiones incorrectas que conllevan a fracasos muchas veces evitables. Puede ser el cambio de empleo, rechazar una oferta, mudarse de ciudad, comprar coche nuevo o tantas cosas que pueden ser correctas en circunstancias diferentes pero que en el momento de tomarlas no era el adecuado. A veces por soledad o por querer mantener un estatus se decide hacer un viaje o comprar coche sin entender que ese dinero puede ser necesario más adelante. En el caso de los emigrantes en la Florida, el error no es comprar el coche, sino el tamaño y monto del mismo.

- Excesivo apego al país. Hay una gran cantidad de Venezolanos que cuando se encuentran en el extranjero sienten una nostalgia enorme por lugares como el Ávila, las playas de Higuerote, la Guaira, Margarita o  por el clima de Mérida, siempre comparando las bellezas naturales del país donde se encuentran con las de Venezuela y no disfrutan. Siempre considerando que el mejor clima, el mejor país, las mejores bellezas naturales están entre los más de 912.000 Km2. No digo que no se aprecie de lo que se dejo y se sienta nostalgia por los paseos por el hermoso Ávila, de las vacaciones de Semana Santa en Margarita o por el contrario el contraste y buena cultura turística que se disfruta en Mérida pero hay que pasar página y no vivir del pasado.El Ávila
- Mamitis. Para muchas personas la familia son una razón fuerte para no tomar la decisión de emigrar, pero para otros a pesar de haber tomado  el complicado paso de salir del país, ese vinculo familiar o necesidad de compartir TODO con la progenitora (en menor medida con el padre aunque existen casos) hace que solo se viva para llamar o comunicar la vida, recibiendo generalmente desde el otro lado una petición de retorno directa o indirectamente que termina por minar los ánimos y haciendo que se termine de regresar el hijito(a) mimado(a).¿Mamitis?

-Legalidad. Parece una tontería, algo obvio, pero algunos no entienden que para vivir en cualquier país civilizado se requiere de permisos para tener una situación legal. Son tipos o estatus de residencia que varían según el país y el tipo de actividad que permite desarrollar, encontramos las turistas, residencia por trabajo, residencia temporal, residencia permanente y por supuesto la nacionalidad, esto es un pequeño resumen pero si no tienes ninguno de esos estatus te encuentras ilegalmente en el país destino, lo que hace que te encuentres al margen de la sociedad, ya que no podrás sacar ni una línea de teléfono móvil mucho menos encontrar empleo o sustento alguno. Esto es un punto muy importante a tomar en cuenta cuando se decide emigrar, no hay que ir a un destino porque es la moda o porque dicen que es muy bonito si no se podrá obtener los papeles para vivir, ya que no hay nada que condicione más las posibilidades de éxito de una persona que no estar legal en un país.

- Venezolanitis. Es un sentimiento similar al que produce el excesivo apego del país, pero en este caso en vez de la nostalgia a las bellezas naturales es la necesidad de estar rodeado de conciudadanos solo compartiendo con Venezolanos, esto ocurre más frecuente de lo que se pueda pensar. De esta forma el grupo cercano del emigrante no es otro que más emigrantes Venezolanos que comparten sus penas y viejas glorias en el país natal. Es bueno compartir con Venezolanos y más si son amigos desde que se estaba en el país de origen pero no todo el mundo debe reducirse a este grupo, se debe compartir con todo tipo de personas, emigrantes de otras nacionalidades pero sobre todo con nacionales del país destino ya que es con ellos que se aprende de las costumbres diarias y esa cultura tan típica en cada región. El no hacerlo puede ser motivo a ser rechazado por falta de adaptación o simplemente ser un extranjero más sin importar la cantidad de años que se este viviendo en la sociedad adoptada.

Puedo seguir listando cantidad de razones, pero lo importante es que para que sea exitosa la experiencia es buscar adaptarse a la sociedad, hacer amigos locales y buscar aprender la jerga, modismos y clichés diarios. Dejar a un lado lo vivido en Venezuela e intentar comenzar con rutinas nuevas, siempre estar legal en el país para poder aprovechar las bondades de la sociedad así como ser humilde para lograr entender que es un comienzo, y como comienzo al fin habrá que hacer cosas que ya se pensaban superadas. Pero lo más importante es dejar bien encerrado bajo llave y enterrado esa condición tan perjudicial para nuestro conciudadanos, esa maldita viveza del Venezolano que tanto daño nos ha hecho.

Evidentemente, hay que tener un poco de suerte para que las cosas salgan como se espera, pero hay que buscarla ya que como dicen “la suerte es para quien la busca”.
No compliquemos más este viaje con comportamientos sin sentido.
No te dejes influenciar por las experiencias de los demás, sean amigos, conocidos o familiares, no importa si la experiencia es exitosa o un fracaso total porque cada experiencia es única, con condiciones y resultados individualmente particulares. Pero no dejes de tomar una decisión por el miedo que puede influir el saber la media verdad (o mentira completa) que nos cuentan…

domingo, 5 de octubre de 2014

YO, EL SUBVERSIVO

381.YO, EL SUBVERSIVO 

Este articulo no es mi cosecha pero me siento bastante identificado con los comentarios de Sumito Estévez...

Convencer a una persona hermosa de que no sirve para nada, toma golpes pero es posible. Esposas minimizadas a fuerza de decirles “yo me encargo, tú de eso no sabes”, niños humillados por la risa de un padre que en público dice “estas cosas que tiene este muchacho”, empleados que perdieron la llama de la pasión a fuerza de jefes que nunca voltearon a escucharlos. Golpe a golpe, poco a poco, perforando con sadismo los sueños, hasta lograr que una mujer se convenza que es fea y bruta, que un niño se convenza que la espontaneidad que la providencia le regaló es un peso, que un empleado sienta que su espacio en la vida es ser empleado para siempre. Golpe a golpe hasta que terminemos por creer que genéticamente somos un defecto.


Convencer a una persona de su potencial, toma versos pero es posible. Esposas a las que les has hecho entender que son tus socias y que jamás tomarías una decisión si no es concertada y discutida, niños que bailan pésimo pero igual los acompañas a las clases de ballet para que entiendan que es válido probar cualquier decisión, empleados a los que empujas a contribuir con sus ideas. Verso a verso, poco a poco, rasgando con suavidad sus miedos para alumbrar sus virtudes, hasta lograr que una mujer sea una igual, que un niño sea el hombre del mañana que logró descubrir cual era su talento, que un empleado sea empleador. Verso a verso hasta que nos convenzamos que somos gente hermosa. Que nadie nace malo.

A todo el mundo se le caen las cosas. Todo el mundo quiebra algo en algún momento. Recálcale a una persona todos los días que es torpe, y cuando se le caigan las cosas pensará que era inevitable. Dile que lo que hace tiene valía, y cuando se le caigan las cosas querrá repararlas. Esa es la diferencia crucial entre golpe y verso.

Las comunidades, los países, son muy parecidos a las mujeres golpeadas desde la palabra y desde el puño, cuyos maridos las han convertido en una nada con moretones en el alma que se ven feas en el espejo, y que hace rato dejaron de intentar hacer cosas porque las convencieron que todo lo que hacen está mal. Dile a una comunidad que su cultura es basura, y golpe a golpe dejará de cantar. No aplaudas a una comunidad cuando quiere danzar y con el tiempo no le quedarán ganas de celebrar. No apoyes organizando, si estaba en tus manos, un concurso de pintura en tu comunidad; y con el tiempo ni la fachada de las casas estarán pintadas. Dile a un país que no tiene capacidad para ser gentil, y tarde o temprano terminará por pensar que es algo genético. Golpe a golpe. Indiferencia a indiferencia. Prioridad a prioridad, hasta que, parafraseando a Horacio Guarany en voz de tantos, calle la luna porque han callado los cantores.


Dile a un país cada minuto, cada tuit, cada conversación, que nada sirve y terminarás por convencerlo, hasta que derrotado se vea en el espejo con su morados y en vez de acusar a quien lo golpeó, afirme que no servimos.

Porque estoy cansado de que me digan que el país o yo o mi comunidad o mis vecinos, no servimos para nada es que juego cada instante el juego de trabajar con la comunidad, a la que pertenezco, de la que soy parte, para que juntos mostremos con orgullo lo que somos como cultura. Es mi forma de subversión. Es la que encontré.

Soy subversivo porque ayudo a organizar festivales y concursos de recetas populares para que la gente sepa que es garante de un tesoro que todos respetamos. Soy subversivo con mis fotos en Instagram de las miles de caras de artesanos populares que hacen cosas en el país, porque es mi manera de mostrar lo lejos que estamos de una derrota. Soy subversivo documentando todo lo que pueda porque es la palabra escrita la que garantizará continuidad. Soy subversivo desde mi chauvinismo desmesurado porque ha sido la manera de entender que no soy espectador sino socio.

Venezuela es un país realmente hermoso. Nadie plantea voltear la mirada frívolamente cuando es obvio que las cosas van mal, que es imperdonable que unos pocos desde las armas, la corrupción y el uniforme nos hayan llevado al borde de lo invivible; pero no será golpe a golpe que podremos resolverlo, porque nadie que se siente menos, feo, derrotado, puede levantar su voz de oprimido.


¡Verso a verso! ¡Canto a canto! ¡Baile a baile! ¡Pincelada a pincelada! ¡Fogón a fogón! Hasta que nos veamos al espejo bonitos como somos y sepamos que merecemos algo mejor. Acompañando con aplausos a quien cree y crea un mundo posible.
 
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