viernes, 4 de febrero de 2011

Caracas... La sucursal del cielo?


Con este maravillosa descripción era conocida la capital de Venezuela, en mi mente de adolescente esta descripción se mantenía aun intacta... pero cerré mis ojos y transcurrieron unos añitos fuera de esta ciudad y al abrirlos me encontré con lo que nunca me plante... La ciudad había cambiado, yo había cambiado,  atrás quedaron los días en que estudiaba compulsivamente para lograr "El Sueño Americano", a lo lejos se desdibujan los días de rebeldía adolescente, mucho mas lejos el niño venido de la provincia a una metrópolis, ahora la realidad es otra, ahora soy yo otro, un treintañero que hace 15 años abandono estos lares tras un sueño, logre casi todo lo que deseaba, médico, con 2 post grados, carro, apartamento, y como dice Arjona “aunque no tengo jardín ya compre la podadora” y es esta cándida sensación de un futuro mejor la que me obligo a reencontrarme con la ciudad que tanto me brindo, de reenamorarme de ella; pero observando a mi alrededor en esta nueva ciudad que distingo pero ya no conozco, percibo que no soy el único que ha cambiado, ella también lo hizo, cambio que va mas allá del hecho estético, la Caracas de mi mente, la de hace 15 años, es muy diferente, por momento desconozco a la actual al punto que dudo que si la de mis recuerdos realmente existió, o es un fantasma, por momentos salgo espantado por los cambios que perciben mis sentidos, las calles son las mismas, pero no es igual la cara que muestran, ahora mucho mas sucia, mucho mas ruidosa, mas descuidada y ranchificada, no diría que a involución porque sigue siendo cosmopolitan, diría que ha envejecido y que en ella al igual que en mi, se nota el paso del tiempo, exhibe las arrugas del paso del tiempo, mantiene una expresión avinagrada que mas que la sonrisa de otrora es una mueca burlesca, sigue siendo grande de hecho es mas grande, mas vertical, tan imponente que se ha descuidado en los detalles y luce medio impotente en la solución de sus problemas, pero su inmensidad no me apetece esbelta sino me impresionan obesa, ha cambiado su modales, sus joyas, su no se que… ya al reflejarla en el espejo, es poco lo que se reconoce de si misma; camino por su bulevares, por los centros comerciales que en antaño estaban de moda y actualmente casi son monumentos históricos; no puedo dejar de palpar las cicatrices del hampa, la inseguridad, la paranoia colectiva, del cambio político, lo acelerado de su pulso, es que hasta el olor que emana cambio ya no es el perfume de la eterna primavera sino un vaho mezcla de calima y smog, el cual muy sorprendentemente me embriaga y aunque parezca mentira causa el mismo efecto que en el pasado, no se por que, pero esta tierra, sigue causando su hechizo en mi con tanta potencia el hoy como ayer cuando tenia diecitantos.

No hay comentarios: