FRAGMENTOS SELECCIONADOS
3
Al amanecer, eché mi red al mar.
Arranqué al oscuro abismo extrañas maravillas: unas brillaban como sonrisas, otras como lágrimas, y algunas se coloreaban como las mejillas de una novia.
Cuando volví a casa, cargado con mi precioso botín, mi amada estaba sentada en el jardín y deshojaba, indolente, los pétalos de una flor.
Dudé un instante, luego dejé a sus pies todo cuanto había arrancado al mar y quedé silencioso.
Ella lo miró y dijo: "¿Qué son esas cosas tan raras? ¿Cuál es su
utilidad?" Avergonzado, incliné la cabeza y pensé: Obtener esto no me ha costado esfuerzo alguno: ni siquiera lo he comprado; no son regalos dignos de ella.
Pasé la noche tirando los tesoros a la calle.
5
Ando ansioso y desvelado; como un extranjero soy, en tierra dura. Tu aliento me llega, susurrando en su lengua que mi corazón entiende como suya, una esperanza imposible. Y tu flauta me llama, penetrante, ¡oh secreto lejano!, y yo me olvido de que no sé la senda, de que el alado corcel no está conmigo.
Desganado, voy peregrinando por mi propio corazón. En la niebla soleada de las horas lánguidas, ¡qué inmensa visión de ti se alza en el azul del cielo! Y tu flauta me llama penetrante, ¡oh último fin!, y yo me olvido de que esta casa en que vivo sólo tiene cerradas todas sus puertas.
6
El pájaro manso vivía en la jaula, y el pájaro libre en el bosque.
Mas su destino era encontrarse y había llegado la hora.
El pájaro libre cantaba: “Amor, volemos al bosque”.
El pájaro preso decía bajito: “Ven tú aquí, vivamos los dos en la jaula”.
Decía el pájaro libre: “Entre rejas no pueden abrirse las alas”.
“¡Ay!”, decía el pájaro preso: “¿Sabré yo posarme en el cielo?”
El pájaro libre cantaba: ”Amor mío pía canciones del campo”.
El pájaro preso decía: “Estate a mi lado, te enseñaré las canciones de los sabios”.
El pájaro libre cantaba: “No, no ,no, nadie puede enseñar las canciones”.
El pájaro preso cantaba bajito: “Ay! yo no sé las canciones del campo”.
Su amor es un anhelo infinito, mas no pueden volar ala con ala. Se miran y se miran a través de los hierros de la jaula, pero es en vano su deseo, aletean nostálgicos y cantan: “Acércate más, acércate más”.
El pájaro libre grita: “No puedo, ¡qué miedo tu jaula cerrada!”
El pájaro preso canta bajito: “¡Ay!, no puedo. Mis alas se han muerto”.
¿Cómo quiere, madre, que eche cuenta en nada esta mañana, si el príncipe va a pasar por aquí? Dime tú cómo me peino, madre; que vestido me voy a poner…
Sí, madre; no me mires así; ya sé yo que él no alzará sus ojos a mi ventana, ya sé yo que sólo le veré un momento; que será como cuando viene, sollozando, la nota que se aleja de una flauta… Pero el príncipe va a pasar por aquí, madre, y yo quiero ponerme ese instante lo mejor que tengo.
Madre, ya el príncipe pasó…
¡Cómo brillaba el sol de la mañana en su cabeza! Yo abrí el velo de mi cara, me arranqué del cuello la cadena de rubíes y la lance a su paso… Sí, madre; no me mires tú así; ya sé yo que él no cogió mi cadena; ya sé yo que la aplastó una rueda de su carro; que sólo quedó de ella una mancha grana en el polvo; que nadie sabe qué regalo era el mío, para quién era… Pero el príncipe pasó por aquí, madre, y yo le eché a su paso mi mejor tesoro”.
Ven como estés, no te demores más. Ven, con presteza, por la hierba. Si el rocío hace resbalar la correa de tu calzado, si en tus tobillos se entreabren las ajorcas de campanillas, si se pierden las perlas de tu collar, ¿qué importa? Ven, con presteza, por la hierba. ¿No ves cómo las nubes cubren el cielo? Bandadas de cigüeñas se levantan a lo lejos, desde la orilla, y furiosas ráfagas de viento se precipitan sobre el yermo. El ganado, inquieto, se refugia en los establos. ¿No ves cómo las nubes cubren el cielo? Es inútil que enciendas la lámpara para mirarte: vacila y el viento la apaga. ¿Quién puede descubrir que no has pintado tus párpados con hollín? Tus ojos son más oscuros que los nubarrones de la lluvia. Es inútil que enciendas la lámpara, se apaga.
Ven como estés, no te demores más. ¿Qué importa que tu guirnalda no esté trenzada? Deja ya tu brazalete, aunque no esté cerrado. Las nubes oscurecen el cielo, y es tarde.
Ven como estés, no te demores más.
por la sombra de los bosques, así esta noche del
corazón de mayo, caliente de la brisa del sur,
corro yo, loco.
He perdido mi camino y yerro al azar.
Y quiero lo que no tengo,
y lo que tengo no lo quiero.
La imagen de mi propio deseo, sale de mi corazón.
y, danzando ante mi, centellea una vez y otra,
súbita.
La quiero agarrar, y se me va; y ya lejos,
me llama otra vez desde el atajo...
Y quiero lo que no tengo
y lo que tengo no lo quiero.
Es una noche de Marzo, noche de luna, y el suave olor de henna se esparce por el aire. He dejado mi flauta olvidada y tú no has acabado de tejer tu guirnalda... Nuestro amor es tan simple como una canción.
Tu velo color azafrán me embriaga los ojos. La corona de jazmines que has trenzado para mí me inunda el alma, me llena el corazón como una alabanza... Jugamos a dar y a no querer dar, a aparecer y a escondernos. Sonrisas, timideces, dulces luchas inútiles... Nuestro amor es tan simple como una canción.
No hay misterio en este amor más allá de lo presente, ni anhelo de alcanzar lo imposibles, ni sombras tras el encanto, ni búsquedas en el abismo de la penumbra... Nuestro amor es tan simple como una canción.
Las palabras no nos sumen en el silencio eterno, ni elevamos las manos al vació, por encima de toda esperanza. Únicamente dar y recibir... No hemos exprimido la alegría hasta extraerle el vino de la pena... Nuestro amor es tan simple como una canción.
Míralo allí, sentado en la tierra, bajo el árbol. Ve, hermana, y tiéndele una alfombra de hojas y flores, que sus ojos están tristes y llenan de pesar mi corazón. Nunca dice lo que está pensando, sólo viene y se va".
Tú la que estás ahí sentada mirándome con el rabillo de tus ojos implacables, pregúntales a ellos, que tanta negra picardía, piensan quién tiene la culpa de todo.
Quiero cantar una canción, pero es en vano.
Pregúntale quién tiene la culpa a esa sonrisa escondida que tiembla en tus labios. Que tu boca sonreída jure a mi voz se perdió en el silencio, como una abeja ebria en la flor de loto.
La noche entra y se cierran las flores.
¡Deja que me siente a tu lado , y diles a mis labios que hagan lo que sólo puede hacerse en silencio, a la vaga luz de las estrellas!
Me he despedido tantas veces, que siempre crees que he de volver; y a decir verdad, yo también lo creo…
Porque los días de primavera siempre vuelven; y la luna llena se despide y vuelve; y así lo hacen las flores a las ramas…
Si yo te digo adiós,¿por qué no he de volver también? Pero conserva por un momento la ilusión; ¡No la espantes con tanta rudeza! Cuando te digo que me voy para siempre, créeme; y que un velo de lágrimas ahonde tus ojos un instante.
Luego, cuando vuelva, ¡ríete de mí cuanto quieras! Te diría las palabras más hondas que te tengo que decir; pero no me atrevo, temo a tus risas.
Por eso me río de mí mismo y bromeo con mi secreto.
Sí, me estoy burlando de mi dolor, para que no te burles de mí.
Por eso me río de mí mismo y desahogo en bromas mi secreto.
Sí, me estoy burlando de mi dolor, para que no te burles tú.
Quería decirte las palabras más verdaderas que te tengo que decir; pero no me atrevo, no vayas a no creerme.
Por eso las disfrazo de mentira, y te digo lo contrario de lo que te quisiera decir.
Sí, hago absurdo mi dolor, no vayas a hacerlo tú.
Quería decirte las palabras más ricas que guardo para ti; pero no me atrevo, porque no vas a pagarme con las mejores tuyas.
Por eso te nombro duramente y hago alarde despiadado de osadía.
Sí, te maltrato, de miedo que no comprendas mi dolor.
Quería sentarme silencioso al lado tuyo; pero no me atrevo, no se me vaya a salir el corazón por la boca.
Por eso charlo y disparato y me escondo el corazón tras de mis palabras.
Le pego a mi pena rudamente, no vayas a pegarle tú.
Quería irme de tu lado; pero no me atrevo, no vayas a conocer mi cobardía.
Por eso llevo alta mi cabeza y paso como distraído junto a ti que con el rayo constante de tus ojos renuevas siempre mi dolor.
Mas su destino era encontrarse y había llegado la hora.
El pájaro libre cantaba: “Amor, volemos al bosque”.
El pájaro preso decía bajito: “Ven tú aquí, vivamos los dos en la jaula”.
Decía el pájaro libre: “Entre rejas no pueden abrirse las alas”.
“¡Ay!”, decía el pájaro preso: “¿Sabré yo posarme en el cielo?”
El pájaro libre cantaba: ”Amor mío pía canciones del campo”.
El pájaro preso decía: “Estate a mi lado, te enseñaré las canciones de los sabios”.
El pájaro libre cantaba: “No, no ,no, nadie puede enseñar las canciones”.
El pájaro preso cantaba bajito: “Ay! yo no sé las canciones del campo”.
Su amor es un anhelo infinito, mas no pueden volar ala con ala. Se miran y se miran a través de los hierros de la jaula, pero es en vano su deseo, aletean nostálgicos y cantan: “Acércate más, acércate más”.
El pájaro libre grita: “No puedo, ¡qué miedo tu jaula cerrada!”
El pájaro preso canta bajito: “¡Ay!, no puedo. Mis alas se han muerto”.
7
Sí, madre; no me mires así; ya sé yo que él no alzará sus ojos a mi ventana, ya sé yo que sólo le veré un momento; que será como cuando viene, sollozando, la nota que se aleja de una flauta… Pero el príncipe va a pasar por aquí, madre, y yo quiero ponerme ese instante lo mejor que tengo.
Madre, ya el príncipe pasó…
¡Cómo brillaba el sol de la mañana en su cabeza! Yo abrí el velo de mi cara, me arranqué del cuello la cadena de rubíes y la lance a su paso… Sí, madre; no me mires tú así; ya sé yo que él no cogió mi cadena; ya sé yo que la aplastó una rueda de su carro; que sólo quedó de ella una mancha grana en el polvo; que nadie sabe qué regalo era el mío, para quién era… Pero el príncipe pasó por aquí, madre, y yo le eché a su paso mi mejor tesoro”.
11
Ven como estés, no te demores más. Si se te ha deshecho la trenza, si no es recta la raya de tu pelo, si las cintas de tu corpiño no están atadas, ¿qué importa?Ven como estés, no te demores más. Ven, con presteza, por la hierba. Si el rocío hace resbalar la correa de tu calzado, si en tus tobillos se entreabren las ajorcas de campanillas, si se pierden las perlas de tu collar, ¿qué importa? Ven, con presteza, por la hierba. ¿No ves cómo las nubes cubren el cielo? Bandadas de cigüeñas se levantan a lo lejos, desde la orilla, y furiosas ráfagas de viento se precipitan sobre el yermo. El ganado, inquieto, se refugia en los establos. ¿No ves cómo las nubes cubren el cielo? Es inútil que enciendas la lámpara para mirarte: vacila y el viento la apaga. ¿Quién puede descubrir que no has pintado tus párpados con hollín? Tus ojos son más oscuros que los nubarrones de la lluvia. Es inútil que enciendas la lámpara, se apaga.
Ven como estés, no te demores más. ¿Qué importa que tu guirnalda no esté trenzada? Deja ya tu brazalete, aunque no esté cerrado. Las nubes oscurecen el cielo, y es tarde.
Ven como estés, no te demores más.
15
Como corre la gacela, loca de su propio perfume,por la sombra de los bosques, así esta noche del
corazón de mayo, caliente de la brisa del sur,
corro yo, loco.
He perdido mi camino y yerro al azar.
Y quiero lo que no tengo,
y lo que tengo no lo quiero.
La imagen de mi propio deseo, sale de mi corazón.
y, danzando ante mi, centellea una vez y otra,
súbita.
La quiero agarrar, y se me va; y ya lejos,
me llama otra vez desde el atajo...
Y quiero lo que no tengo
y lo que tengo no lo quiero.
16
Las manos se cogen de otras manos y los ojos se quedan fijos en tus ojos... Así comienza la historia de nuestros corazones.Es una noche de Marzo, noche de luna, y el suave olor de henna se esparce por el aire. He dejado mi flauta olvidada y tú no has acabado de tejer tu guirnalda... Nuestro amor es tan simple como una canción.
Tu velo color azafrán me embriaga los ojos. La corona de jazmines que has trenzado para mí me inunda el alma, me llena el corazón como una alabanza... Jugamos a dar y a no querer dar, a aparecer y a escondernos. Sonrisas, timideces, dulces luchas inútiles... Nuestro amor es tan simple como una canción.
No hay misterio en este amor más allá de lo presente, ni anhelo de alcanzar lo imposibles, ni sombras tras el encanto, ni búsquedas en el abismo de la penumbra... Nuestro amor es tan simple como una canción.
Las palabras no nos sumen en el silencio eterno, ni elevamos las manos al vació, por encima de toda esperanza. Únicamente dar y recibir... No hemos exprimido la alegría hasta extraerle el vino de la pena... Nuestro amor es tan simple como una canción.
20
"Día tras día, viene y se vuelve a ir. Anda, hermana, dale esta flor de mi pelo. Y si pregunta quién se la manda, no se lo digas, que sólo viene y se va.Míralo allí, sentado en la tierra, bajo el árbol. Ve, hermana, y tiéndele una alfombra de hojas y flores, que sus ojos están tristes y llenan de pesar mi corazón. Nunca dice lo que está pensando, sólo viene y se va".
39
Toda la mañana estoy queriendo hacer una guirnalda, pero las flores se me sueltan y se me caen.Tú la que estás ahí sentada mirándome con el rabillo de tus ojos implacables, pregúntales a ellos, que tanta negra picardía, piensan quién tiene la culpa de todo.
Quiero cantar una canción, pero es en vano.
Pregúntale quién tiene la culpa a esa sonrisa escondida que tiembla en tus labios. Que tu boca sonreída jure a mi voz se perdió en el silencio, como una abeja ebria en la flor de loto.
La noche entra y se cierran las flores.
¡Deja que me siente a tu lado , y diles a mis labios que hagan lo que sólo puede hacerse en silencio, a la vaga luz de las estrellas!
40
Cuando vengo a despedirme, una sonrisa incrédula cruza tus ojos.Me he despedido tantas veces, que siempre crees que he de volver; y a decir verdad, yo también lo creo…
Porque los días de primavera siempre vuelven; y la luna llena se despide y vuelve; y así lo hacen las flores a las ramas…
Si yo te digo adiós,¿por qué no he de volver también? Pero conserva por un momento la ilusión; ¡No la espantes con tanta rudeza! Cuando te digo que me voy para siempre, créeme; y que un velo de lágrimas ahonde tus ojos un instante.
Luego, cuando vuelva, ¡ríete de mí cuanto quieras! Te diría las palabras más hondas que te tengo que decir; pero no me atrevo, temo a tus risas.
Por eso me río de mí mismo y bromeo con mi secreto.
Sí, me estoy burlando de mi dolor, para que no te burles de mí.
41
Quería decirte las palabras más hondas que te tengo que decir; pero no me atrevo, no vayas tú a reírte.Por eso me río de mí mismo y desahogo en bromas mi secreto.
Sí, me estoy burlando de mi dolor, para que no te burles tú.
Quería decirte las palabras más verdaderas que te tengo que decir; pero no me atrevo, no vayas a no creerme.
Por eso las disfrazo de mentira, y te digo lo contrario de lo que te quisiera decir.
Sí, hago absurdo mi dolor, no vayas a hacerlo tú.
Quería decirte las palabras más ricas que guardo para ti; pero no me atrevo, porque no vas a pagarme con las mejores tuyas.
Por eso te nombro duramente y hago alarde despiadado de osadía.
Sí, te maltrato, de miedo que no comprendas mi dolor.
Quería sentarme silencioso al lado tuyo; pero no me atrevo, no se me vaya a salir el corazón por la boca.
Por eso charlo y disparato y me escondo el corazón tras de mis palabras.
Le pego a mi pena rudamente, no vayas a pegarle tú.
Quería irme de tu lado; pero no me atrevo, no vayas a conocer mi cobardía.
Por eso llevo alta mi cabeza y paso como distraído junto a ti que con el rayo constante de tus ojos renuevas siempre mi dolor.
50
Cansado y desilusionado, prosigo mi viaje.
¿Cómo podría alcanzar el cuerpo la flor que sólo puede tocar el espíritu?
Amada, mi corazón desea encontrarte día y noche, como se encuentra la muerte devoradora.
Quiero ser arrastrado por ti como por un huracán. Toma cuanto tengo, destruye mi sueño y llévate mis fantasías. Róbame la vida.
Gracias a esta destrucción, a esta absoluta desnudez de mi alma,
convirtámonos en un solo y hermoso ser...
Ay, mi anhelo es inútil. La única esperanza de comunión completa reside
en ti, Dios mío.
51
Acaba tu última canción y vámonos.
Olvida esta noche, puesto que nace el día.
¿Quién intento estrechar entre mis brazos? Los sueños no pueden ser dominados, y mis manos ardientes aprietan el vacío contra mi corazón.
Y mi pecho es una gran herida.
Que el amor se deshaga en el recuerdo y se vaya en canciones del dolor. Que este volar por los cielos una al fin sus alas en el nido. Que la caricia postrera de tus manos sea suave, como una flor de noche...
¡Y tú Belleza que te vas, deténte un momento, y di tus últimas palabras en silencio, que yo me inclino ante ti y alzo mi lámpara para alumbrarte en tu camino!
Ella dejo la lámpara en el umbral y vino a mi encuentro. Alzó sus grandes ojos a los mios y dijo, muda: ¿cómo estás? iba a responderle pero se me habían olvidado las palabras. Pensé y pensé y no pude recordar nuestros nombres...
Sus ojos se llenaron de lágrimas. Me tendió la mano y se la cojí en silencio... la lámpara tembló un momento en la brisa del anochecer y se apagó.
...Y eché mi barco de papel al arroyo.
Las nubes se pusieron negras, pasó el vendaval y cayó del cielo un diluvio. Y el agua fangosa, ancha y violenta, se llevó mi barco.
Pensé amargamente que la tormenta había sido sólo contra mi ventura, que todo su daño había sido sólo para mí.
Hoy, día nublado y largo de julio, meditaba yo en esos juegos de la vida en los que siempre perdí. Le reñía a mi destino por tanta y tanta treta, cuando, de repente, recordé el barquito de papel que se me fue en el agua del arroyo.
El malicioso destino no me lo ha robado todo.
La compraventa ha terminado. Examinadas las cuentas, es hora de regresae a casita. ¿Qué tengo que pagarte guardian?, ¡reclamas el peaje! No te preocupes, algo me queda todavía.
El malicioso destino no me lo ha robado todo.
Los vientos encalmados presagian la tempestad, y las bajas nubes de poniente son de mal agüero. Las aguas, silenciosas, esperan el huracan. Me apresuro a cruzar el río antes de que me sorprenda la noche. Barquero, ¿me reclamas el pasaje? Sí, hermano, algo me queda todavía.
El malicioso destino no me lo ha robado todo.
Al borde del camino, el mendigo está sentado bajo un árbol. Me mira con tímida esperanza. Cree que me he enriquecido con el negocio del día. Sí, hermano, algo me queda todavía.
El malicioso destino no me lo ha robado todo.
La noche es sombría y el camino es solitario. Las luciérnagas brillan entre las hojas. ¿Quién eres tú, que me vas siguiendo furtiva y silenciosamente? ¡Quieres robar mis ganancias!. No has de irte con las manos vacias, pues algo me queda todavía.
El malicioso destino no me lo ha robado todo.
Cuando, a medianoche, Llego, con las manos vacías, tú me esperas a la puerta con los ojos ansiosos, desvelada y en silencio; Como un tímido pájaro, te posas amorosamente en mi pecho llena de amor. ¡Sí, sí, Dios mío! ¡Cuánto me queda todavía!
El malicioso destino no me lo ha robado todo.
La madre dormía dulce, con el niño dormido en el pecho, a un lado de la cama. Dijo el hombre: “¿Quiénes sois vosotros que me habéis engañado tanto tiempo?” La voz de Dios dijo otra vez: “Ellos son Dios.” Pero el hombre nada oía.
El niño gritaba en sueños, apretándose contra su madre. Dios le dijo al hombre: “Deténte, necio, y no dejes tu hogar.” Pero el hombre nada oía. Y Dios suspiraba tristemente: “¿Por qué querrá venir a mí, abandonándome?”
Más radiante que la alegría de la muchedumbre era la sonrisa de una niña que había comprado, con su pequeña moneda, un silbato de palmera.
El gozoso sonido del silbato dominaba todas las risas y los ruidos.
Una nube de compradores se empujaba ante los puestos de venta. El camino estaba encenagado, el río se desbordaba y la lluvia incesante inundaba los prados.
Más viva que cualquier contrariedad de la muchedumbre era la tristeza de un chiquillo, a quien le faltaba una moneda para comprar un bastón pintado. Su mirada, ardientemente fija en el mostrador, despertaba la compasión de la gente.
61
¡Cálmate, corazón mío; que sea dulce el instante del adiós! Que no sea esto un morir, sino un completarse.Que el amor se deshaga en el recuerdo y se vaya en canciones del dolor. Que este volar por los cielos una al fin sus alas en el nido. Que la caricia postrera de tus manos sea suave, como una flor de noche...
¡Y tú Belleza que te vas, deténte un momento, y di tus últimas palabras en silencio, que yo me inclino ante ti y alzo mi lámpara para alumbrarte en tu camino!
62
Por el sendero vespertino de mi sueño, me fui en busca de un amor que había sido mío en otra vida... la casa estaba al fin de una calle desolada. el pavo real favorito se dormía en el techo, con la brisa del crepúsculo, y las palomas callaban en su nido.Ella dejo la lámpara en el umbral y vino a mi encuentro. Alzó sus grandes ojos a los mios y dijo, muda: ¿cómo estás? iba a responderle pero se me habían olvidado las palabras. Pensé y pensé y no pude recordar nuestros nombres...
Sus ojos se llenaron de lágrimas. Me tendió la mano y se la cojí en silencio... la lámpara tembló un momento en la brisa del anochecer y se apagó.
70
Un día mojado de julio, siendo yo niño, hice un barco de papel y lo eché al arroyo. Yo estaba solo ¡y era tan feliz con mi juego!...Y eché mi barco de papel al arroyo.
Las nubes se pusieron negras, pasó el vendaval y cayó del cielo un diluvio. Y el agua fangosa, ancha y violenta, se llevó mi barco.
Pensé amargamente que la tormenta había sido sólo contra mi ventura, que todo su daño había sido sólo para mí.
Hoy, día nublado y largo de julio, meditaba yo en esos juegos de la vida en los que siempre perdí. Le reñía a mi destino por tanta y tanta treta, cuando, de repente, recordé el barquito de papel que se me fue en el agua del arroyo.
71
Aún es de día, y no ha terminado la feria junto al río. Temía haber malgastado mi tiempo y perdido mi dinero. Pero no, hermano, algo me queda todavía.El malicioso destino no me lo ha robado todo.
La compraventa ha terminado. Examinadas las cuentas, es hora de regresae a casita. ¿Qué tengo que pagarte guardian?, ¡reclamas el peaje! No te preocupes, algo me queda todavía.
El malicioso destino no me lo ha robado todo.
Los vientos encalmados presagian la tempestad, y las bajas nubes de poniente son de mal agüero. Las aguas, silenciosas, esperan el huracan. Me apresuro a cruzar el río antes de que me sorprenda la noche. Barquero, ¿me reclamas el pasaje? Sí, hermano, algo me queda todavía.
El malicioso destino no me lo ha robado todo.
Al borde del camino, el mendigo está sentado bajo un árbol. Me mira con tímida esperanza. Cree que me he enriquecido con el negocio del día. Sí, hermano, algo me queda todavía.
El malicioso destino no me lo ha robado todo.
La noche es sombría y el camino es solitario. Las luciérnagas brillan entre las hojas. ¿Quién eres tú, que me vas siguiendo furtiva y silenciosamente? ¡Quieres robar mis ganancias!. No has de irte con las manos vacias, pues algo me queda todavía.
El malicioso destino no me lo ha robado todo.
Cuando, a medianoche, Llego, con las manos vacías, tú me esperas a la puerta con los ojos ansiosos, desvelada y en silencio; Como un tímido pájaro, te posas amorosamente en mi pecho llena de amor. ¡Sí, sí, Dios mío! ¡Cuánto me queda todavía!
El malicioso destino no me lo ha robado todo.
75
A medianoche, el hombre dijo: “Ha llegado la hora de dejar mi casa y de buscar a Dios. ¿Quién me ha tenido en engaño tanto tiempo?” Dios le respondió, sereno: “Yo.” Pero el hombre nada oía.La madre dormía dulce, con el niño dormido en el pecho, a un lado de la cama. Dijo el hombre: “¿Quiénes sois vosotros que me habéis engañado tanto tiempo?” La voz de Dios dijo otra vez: “Ellos son Dios.” Pero el hombre nada oía.
El niño gritaba en sueños, apretándose contra su madre. Dios le dijo al hombre: “Deténte, necio, y no dejes tu hogar.” Pero el hombre nada oía. Y Dios suspiraba tristemente: “¿Por qué querrá venir a mí, abandonándome?”
76
Se celebraba la feria ante el templo. Había llovido desde el amanecer y el día tocaba a su fin.Más radiante que la alegría de la muchedumbre era la sonrisa de una niña que había comprado, con su pequeña moneda, un silbato de palmera.
El gozoso sonido del silbato dominaba todas las risas y los ruidos.
Una nube de compradores se empujaba ante los puestos de venta. El camino estaba encenagado, el río se desbordaba y la lluvia incesante inundaba los prados.
Más viva que cualquier contrariedad de la muchedumbre era la tristeza de un chiquillo, a quien le faltaba una moneda para comprar un bastón pintado. Su mirada, ardientemente fija en el mostrador, despertaba la compasión de la gente.
83
Ella vivía en la ladera de la colina, junto a un maizal, cerca de la fuente que desciende en rientes arroyos a la sombra solemne de los viejos árboles. Las mujeres iban allí a llenar sus cántaros, y los caminantes elegían el lugar para sentarse y charlar. Allí, ella trabajaba y soñaba cada día, acompañada por el borboteo de la corriente.
Una noche, de una cumbre perdida entre las nubes, descendió un forastero;sus cabellos enmarañados parecían un haz de serpientes. Asombrados, le preguntamos: ‘¿Quién eres?’ Sin responder, se sentó junto al manantial y se puso a contemplar la cabaña donde ella vivía. Tuvimos miedo y volvimos a casa a través de la noche.
A la mañana siguiente, cuando las mujeres acudieron a buscar agua,encontraron abierta la puerta de la cabaña, pero la voz de ella no se oía... ¿y dónde se había escondido su rostro sonriente?... El cántaro vacío estaba en el suelo y la lámpara se había apagado en un rincón.
Nadie supo decir a dónde había huido antes de que amaneciera. También el forastero había desaparecido.
En mayo el sol se hizo ardiente y la nieve se fundió; nos sentamos junto a la fuente, llorosos, preguntándonos: ’En la tierra donde ahora está,¿hay una fuente que le ofrezca su agua en los días cálidos?’ Y pensábamos con temor: ‘¿Habrá siquiera otro país más allá de estas colinas en lasque vivimos?’
Llegó una noche de verano. Soplaba la brisa del sur y yo estaba sentado en su estancia abandonada, donde aún había la lámpara apagada, cuando de pronto las colinas se abrieron ante mis ojos como cortinas: ‘Ah, ella vuelve. ¿Cómo estás, niña? ¿Eres feliz? Pero dime, ¿dónde puedes refugiarte bajo este cielo infinito? Allí no tendrás nuestra fuente para calmar tu sed’.
‘Es el mismo cielo, dijo ella, aunque sin la barrera de las colinas, el mismo arroyo, crecido en río, la misma tierra, ensanchada en unallanura’.
‘Todo esto hay, suspiré, sólo nosotros no estamos’. Sonrió tristemente dijo: ‘Estáis en mi corazón’. Desperté y oí el murmullo del arroyo y el rumor de los árboles en la noche.
85
¿Quién eres tú, lector, que dentro de cien años leerás mis versos?
No puedo enviarte ni una flor de esta guirnalda de primavera, ni un solo rayo de oro de esa nube remota.
Abre tus puertas y mira a lo lejos.
En tu florido jardín recoge los perfumados recuerdos de las flores, hoy marchitas, de hace cien años.
Y te deseo que sientas, en la alegría de tu corazón, la viva alegría que floreció una mañana de primavera, cuya voz feliz canta a través de cien años.
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