Antes de salir de Madrid decidí cambiar 200 € para los gastos del viaje, ya que este país no se ha unido a la moneda comunitaria, y su tasa de cambio estaba en ese momento en 9 DKK (coronas danesas) por euro, tasa de cambio que me recordaba a la empleada por CADIVI con respecto a los dólares y euros (6,5 BsF x 1 USD y 8,5 BsF x 1 EUR aprox). A causa de esa conversión, los precios y el cambio en general lo relacionaba más fácilmente con Bolívares. Durante la estancia trate de andarme con precaución con respecto a los gastos, ya que todas las guías de viaje resaltaban lo costosa que podría resultar la ciudad, hasta que llego un punto en el que continuamente me recordaba "que el que convierte no se divierte", así que decidí no hacerme bolas en la cabeza y tratar de disfrutar del viaje.
Una vez superada esa primera
etapa, debía, junto a mis compañeros de aventura, tomar el tren hasta la Estación
Central, lo que se convirtió en un dilema, por lo difícil que era entender las
maquinas dispensadoras de boletos instaladas en el aeropuerto ya que del idioma Danés ni el alfabeto conocíamos.
Afortunadamente, había un empleado que están allí para ayudar a
los turistas despistados, con lo que pudimos superar nuestros problemas de
comunicación, con nuestro insuficiente inglés; el costo del Boleto
resulto en unas 170 DKK para 10 viajes.
Ya en la habitación, fue el televisor,
una vez seleccionado el idioma el encargado de darnos la bienvenida y lo más
cercano a un regente durante nuestra estadía, despues nos pregunto si necesitábamos sabanas o
frazadas adicionales, la hora en la que deseabamos ser despertados, si habiamos hecho algun consumo adicional todo según un menú ya preestablecido, cual si estuviese
entrando a la nave de 2001: Odisea en el espacio. Apenas dejamos las maletas en
el sitio, descansamos solo unos minutos,
y tras abrigarnos suficientemente salimos a devorarnos la ciudad.
Comenzamos nuestro recorrido de
la ciudad, muy cerca del hotel, que además se encontraba en una situación
bastante céntrica, por lo que llegamos
primero al edificio del Ayuntamiento, el cual resultó sorprendente, en su
fachada se evidencia una representación bidimensional del Obispo Absalón en
color oro, quien fue el fundador de la ciudad y constantemente se encuentran
referencia a él en cualquier parte de la ciudad. Justo en frente se encuentra
la plaza del ayuntamiento (Rådhuspladsen) que además de ser el centro de la
ciudad, es el centro de Dinamarca, ya que justo allí se encuentra el Kilómetro 0 del país. Los
edificios alrededor son muestras de la espectacular arquitectura nórdica de los
siglos XIX, XX y alguno que otro edificio aún en construcción. Lamentablemente,
durante nuestra estancia la zona se encontraba en obras, por lo que no todo era
tan bonito y una parte de la plaza se encontraba ocupada por un depósito que
guardaba los materiales para la obra.
Al seguir andando sin rumbo por la urbe, tropezamos con un ancla inmensa monumento a los caidos en la Segunda Guerra Mundial, que nos hizo saber
que habíamos llegado a “Nyhavn” con su imagen de casitas multicolores bordeando el canal, es de las zonas más
pintorescas de la ciudad. Una vez allí, buscamos donde cenar y dar descanso a
los pies después de tan menuda faena, además de calentarnos un poco de tanto frió y degustar de una rica cena de comida típica.
Continuamos la marcha en dirección a la iglesia de mármol, pero en el camino verdaderamente quedamos fuera de ruta, cosa habitual ya en nosotros, pero este despiste nos permitió incluir en las visitas, un lugar que inicialmente no estaba previsto como fue Christiania, un oasis un poco peculiar que ocupa lo que otrora fue un cuartel militar, que actualmente se declara como estado libre dentro de Dinamarca, por lo que la policía no tiene acceso, y donde sus habitantes, se mueven y viven dentro de una especie de estado anárquico, en el que hay libertad para hacer lo que realmente te plazca, siendo principalmente famosa porque en ella se permite el consumo y venta de drogas blandas. Por ello recibe el apelativo de "distrito verde" (Green district).
Continuando la marcha, dejamos atrás
varios monumentos y museos, que se
encuentran todos agrupados bajo una misma calle, pero entramos a uno que nos llamó
particularmente la atención y fue el museo de artes decorativas, donde pudimos
apreciar, y hasta sentarnos, en algunos de los muebles clásicos del diseño
escandinavo, especialmente del siglo XX. De allí fuimos al parque Churchill,
con su Fuente del Gefion, la Iglesia de San Albans así como la ciudadela
(Kastellet) originalmente de uso militar, y utilizada actualmente como un
parque público de impresionante belleza, donde se puede disfrutar de un
espectacular molino de viento. Se respira tanta paz en la ciudad, que provocaba
quedarse allí, y solo disfrutar de la naturaleza y el silencio que brindaba el
espacio. A pesar de todo lo que habíamos visto hasta el momento, uno de los más importantes iconos de la ciudad aun aguardaba por nosotros, y era La Sirenita, llamada en danés Lille Havfrue, y no es mas que una pequeña escultura en bronce, obra del artista Edvard Eriksen, ubicada en el Parque Langelinie en la Bahía del Puerto de Copenhague, inspirada en el cuento de Hans Christian Anderson “La Sirenita”. Hacernos una foto junto a ella, fue una espera de 15 minutos aproximadamente, y pedir el favor a alguien que nos hiciera una foto de grupo, aparte de representar un riesgo de que la foto no quedara bien, supuso que igualmente debíamos hacer una foto a esa persona, y como nos pasó en nuestro caso, hacérsela por lo menos a 3 grupos más, ya que nos encontrábamos en posición ideal de captura, pero llega un punto en que te sientes un poco explotado.
Aunque intentamos volver antes
del ocaso al Tivoli esto fue imposible, ya que a las 4:00 pm ya se hacía de
noche y saliendo del hotel a las 9:00 am los días se hacían realmente cortos,
bueno en fin, el parque Tivoli es sorprendente y mágico, realmente su lago es
espectacular, las luces te abruman y te seducen, tratan de tener una representación
de muchas culturas: hay un Taj Majal, una pagoda, un pueblo ruso, muchas
pequeñas representaciones por el estilo, acompañado de atracciones mecánicas y
como estábamos en navidades no podía faltar la decoración decembrina. Para mitigar un poco el frío pedimos una bebida
achocolatada y aunque se trataba de un parque infantil podíamos acompañarla de
whiskey, brandy o baileys. En el parque subimos a su moderna montaña rusa y por
unos momentos volvimos a la infancia con la Santa Claus más real visto por mis
ojos. Fue tanta mi impresión, que decidimos dejar de lado la vergüenza y
acercarnos para retratar el momento; realmente ese momento me hizo retroceder a mi
más tierna infancia, y no sé si fue por el ambiente festivo, el alcohol + chocolate, el
frió o el conjunto que me hizo sentir tan real el personaje que caracterizaba
algún simpático danés, y mayor seria nuestra sorpresa al acercarnos, e indicarle en nuestras intenciones con un pobre nivel de inglés,
y ver su respuesta en un perfecto y claro español, por unos segundos
llegue a afirmar que este cariñoso y amable personaje era real, aunque luego
Y así termina un corto recorrido, pero gran viaje por una de las ciudades europeas con mejor calidad de vida… Guardo la ilusión de visitarla nuevamente.