El conocimiento previo de esta
ciudad se limitaba a su famosa Sirenita, su ubicación geográfica al norte de
Europa y por su puesto sobre sus chicas muy rubias, es decir, no sabía nada de
Copenhague más allá de sus estereotipos. Antes de iniciar mi aventura decidí
consultar el sitio web www.minube.com, donde hay descritos alrededor de 161 lugares o rincones
a conocer en la Capital de Dinamarca, ciudad que arrastra más de 1000 años de
historia, que es conocida entre sus
habitantes como København y en la que viven algo más de un millón de personas.
Antes de salir de Madrid decidí
cambiar 200 € para los gastos del viaje, ya que este país no se ha unido a la
moneda comunitaria, y su tasa de cambio estaba en ese momento en 9 DKK (coronas
danesas) por euro, tasa de cambio que me recordaba a la empleada por CADIVI con
respecto a los dólares y euros (6,5 BsF x 1 USD y 8,5 BsF x 1 EUR aprox). A
causa de esa conversión, los precios y el cambio en general lo relacionaba más fácilmente
con Bolívares. Durante la estancia trate de andarme con precaución con respecto
a los gastos, ya que todas las guías de viaje resaltaban lo costosa que podría resultar la ciudad, hasta que llego un punto
en el que continuamente me recordaba "que el que convierte no se
divierte", así que decidí no hacerme bolas en la cabeza y tratar de disfrutar del viaje.
Durante mi corta estancia no hacía
más sino tratar de grabar todo, no dejar de aprehender un montón de cosas que por más de que haya leído o las haya escuchado comentar a alguien, vivirlas de
primera mano, de verdad que te dejan una marca imborrable en tu memoria; apenas toque el aeropuerto de Kastrup, el frío se hizo sentir, en mi corta caminata por el pasillo conector entre el avión
y el edificio, ya me lo había imaginado pero todas mis previsiones fueron infructuosas... Extrañe mi trópico
natal, y aunque estoy viviendo en Valencia (España), en los invierno aquí, las temperaturas rondaban los 15º C, al menos
durante el día, por lo que apenas sentir los 2º C del momento, en mi anatomía demostraron que la ropa y los accesorios (Guantes,
Gorros, Bufandas, medias) resultaban poco práctico e insuficiente para ese momento. Aún hoy sigo preguntándome si fui afortunado o desafortunado que en esos días
no hubiese nieve, aunque no niego que era una de las cosas que más deseaba. Mi
siguiente impresión fue que el aeropuerto resulto ser muy bonito, sencillo,
menos ostentoso que la T4 de Barajas y hasta parecía ser más un centro
comercial, con un toque de diseño escandinavo, que un aeropuerto, o eso me pareció
;)
Una vez superada esa primera
etapa, debía, junto a mis compañeros de aventura, tomar el tren hasta la Estación
Central, lo que se convirtió en un dilema, por lo difícil que era entender las
maquinas dispensadoras de boletos instaladas en el aeropuerto ya que del idioma Danés ni el alfabeto conocíamos.
Afortunadamente, había un empleado que están allí para ayudar a
los turistas despistados, con lo que pudimos superar nuestros problemas de
comunicación, con nuestro insuficiente inglés; el costo del Boleto
resulto en unas 170 DKK para 10 viajes.
Al llegar a la estación central
resalta su sencillez y limpieza; caminar hasta el hotel fue un paseo de tan
solo unos minutos, y con esta primera bocanada fue ver como una ciudad diferente se
abría ante nuestros ojos. El hospedaje no era nada pretencioso, aunque resulto muy cómodo para unos
simples mochileros. Me llamo poderosamente la atención como un sitio así pudiera
ser gestionado con tan poco personal, ya que nuestra reserva fue hecha por
internet, a través de la cual nos asignaron una clave de cuatro dígitos,
que funcionaba como llave en la puerta principal del recinto y de la habitación,
por lo que no había necesidad de porteros, recepcionista y demás fauna que
generalmente funciona en un hotel.
Ya en la habitación, fue el televisor,
una vez seleccionado el idioma el encargado de darnos la bienvenida y lo más
cercano a un regente durante nuestra estadía, despues nos pregunto si necesitábamos sabanas o
frazadas adicionales, la hora en la que deseabamos ser despertados, si habiamos hecho algun consumo adicional todo según un menú ya preestablecido, cual si estuviese
entrando a la nave de 2001: Odisea en el espacio. Apenas dejamos las maletas en
el sitio, descansamos solo unos minutos,
y tras abrigarnos suficientemente salimos a devorarnos la ciudad.
Comenzamos nuestro recorrido de
la ciudad, muy cerca del hotel, que además se encontraba en una situación
bastante céntrica, por lo que llegamos
primero al edificio del Ayuntamiento, el cual resultó sorprendente, en su
fachada se evidencia una representación bidimensional del Obispo Absalón en
color oro, quien fue el fundador de la ciudad y constantemente se encuentran
referencia a él en cualquier parte de la ciudad. Justo en frente se encuentra
la plaza del ayuntamiento (Rådhuspladsen) que además de ser el centro de la
ciudad, es el centro de Dinamarca, ya que justo allí se encuentra el Kilómetro 0 del país. Los
edificios alrededor son muestras de la espectacular arquitectura nórdica de los
siglos XIX, XX y alguno que otro edificio aún en construcción. Lamentablemente,
durante nuestra estancia la zona se encontraba en obras, por lo que no todo era
tan bonito y una parte de la plaza se encontraba ocupada por un depósito que
guardaba los materiales para la obra.
Seguimos andando por
Frederiksberggade, que es una de las calles principales, configurada como un
Boulevard, y que alberga muchas de las más importantes marcas de tiendas que se
encuentran en el país; al llegar a las plaza gemelas de Gammeltorv y Nytorv
(plaza vieja y nueva respectivamente), encontramos un bonito mercadillo de
navidad en el que una coral cantaba villancicos y parecia la tipica postal navideña. Seguimos avanzando, hasta la
Iglesia de Nuestra Señora de Copenhague, pero perdiéndonos a propósito por las
diferentes calles alrededor, por lo que de casualidad, llegamos a la torre
redonda (Rundetårn) que alojo el observatorio Astronómico de la ciudad, y hoy
en día es conservado como museo y centro cultural, donde nos enteramos en sus
instalaciones una sorprendente historia, y es que la Zarina Jekatarina, esposa de Pedro el
Grande de Rusia, la subió
montada en su carruaje tirado por caballos. Trato de imaginarme
la situación, y por más pequeña que sea la carrosa, siempre veo dificultades en esa historia, ya que aunque todo el
recorrido es una rampa continua desde la calzada, hasta el nivel más
alto, una espiral cual tornillo, los techos no resultaban muy altos, ni el espacio demasiado amplio, pero
en fin, me imagino que fue eso mismo lo que hace que aun hoy en día se contada esta hazaña. Una vez arriba, pudimos comprobar la vista de la ciudad espectacular y pudimos disfrutar de un ocaso a las
4:00 pm.
Al seguir andando sin rumbo por la urbe, tropezamos con un ancla inmensa monumento a los caidos en la Segunda Guerra Mundial, que nos hizo saber
que habíamos llegado a “Nyhavn” con su imagen de casitas multicolores bordeando el canal, es de las zonas más
pintorescas de la ciudad. Una vez allí, buscamos donde cenar y dar descanso a
los pies después de tan menuda faena, además de calentarnos un poco de tanto frió y degustar de una rica cena de comida típica.
Al día siguiente pasamos por la
entrada del parque Tivoli, y continuamos la marcha con la promesa de volver en
la tarde para ver el parque con todas sus atracciones funcionando. Nuestro
siguiente destino era la isla del castillo o Slotsholmen, a la que ingresamos
por el puente de mármol, y en ella
encontramos el castillo de Christiansborg, el museo Thorvaldsens, la biblioteca
real (Kongelige Bibliotek), seguimos
nuestro rumbo para continuar descubriendo la ciudad, no sin antes pasar por el
edificio de la Bolsa, distintivo por sus torres con colas de dragones
entrelazadas y con una fachada realmente inmensa de 126 metros de largo. Esta
vez nos volvimos a encontrar con Nyhavn, pero con luz del día, pudiendo
disfrutar de sus fascinantes fachadas, el entorno, los barcos allí
estacionados, fue mucho más fascinante de lo que podía verse durante la noche.
Continuamos la marcha en dirección a la iglesia de mármol, pero en el camino
verdaderamente quedamos fuera de ruta, cosa habitual ya en nosotros, pero este despiste nos permitió incluir en las visitas, un lugar que inicialmente no estaba
previsto como fue Christiania, un oasis un poco peculiar que
ocupa lo que otrora fue un cuartel
militar, que actualmente se declara como estado libre dentro de Dinamarca,
por lo que la policía no tiene acceso, y donde sus habitantes, se mueven y
viven dentro de una especie de estado anárquico, en el que hay libertad para
hacer lo que realmente te plazca, siendo principalmente famosa porque en ella se permite el consumo y
venta de drogas blandas. Por ello recibe el apelativo de "distrito
verde" (Green district).
Al día siguiente retomamos camino por el Boulevard Frederiksberggade, que fue uno de los sitios en los que mas tiempo estuvimos, ya que por alguna razón siempre que nos perdíamos, finalmente llagábamos a el, para volvernos a perder y encontrar cosas cada vez mas interesante como cuando llegamos a la iglesia de mármol, a la que finalmente
accedimos, y podría decir que debido a su belleza y majestuosa proporción, se podía respirar una tremenda paz en su
interior.
Continuando la marcha, dejamos atrás
varios monumentos y museos, que se
encuentran todos agrupados bajo una misma calle, pero entramos a uno que nos llamó
particularmente la atención y fue el museo de artes decorativas, donde pudimos
apreciar, y hasta sentarnos, en algunos de los muebles clásicos del diseño
escandinavo, especialmente del siglo XX. De allí fuimos al parque Churchill,
con su Fuente del Gefion, la Iglesia de San Albans así como la ciudadela
(Kastellet) originalmente de uso militar, y utilizada actualmente como un
parque público de impresionante belleza, donde se puede disfrutar de un
espectacular molino de viento. Se respira tanta paz en la ciudad, que provocaba
quedarse allí, y solo disfrutar de la naturaleza y el silencio que brindaba el
espacio. A pesar de todo lo que habíamos visto hasta el momento, uno de los más importantes iconos de la ciudad aun aguardaba por nosotros, y era La Sirenita, llamada en danés Lille Havfrue, y no es mas que una pequeña escultura en bronce, obra del artista Edvard Eriksen, ubicada en el Parque Langelinie en la Bahía del Puerto de Copenhague, inspirada en el cuento de Hans Christian Anderson “La Sirenita”. Hacernos una foto junto a ella, fue una espera de 15 minutos aproximadamente, y pedir el favor a alguien que nos hiciera una foto de grupo, aparte de representar un riesgo de que la foto no quedara bien, supuso que igualmente debíamos hacer una foto a esa persona, y como nos pasó en nuestro caso, hacérsela por lo menos a 3 grupos más, ya que nos encontrábamos en posición ideal de captura, pero llega un punto en que te sientes un poco explotado.
Aun así, regresamos con los ojos
maravillados, sabiendo que ya habíamos logrado ver mucho para tan poco tiempo,
pero esta tierra seguía aguardándonos sorpresas, por lo que retomamos nuestros pasos hasta la iglesia de mármol pero
esta vez para desviamos al castillo de Amelienborg, sede permanente de la
familia real danesa, y que en su exterior se encuentra conformado por una plaza redonda,
flanqueada por cuatro palacetes de fachadas Barrocas, decoradas exactamente
iguales, y aunque comenzó a llover un poco al momento de nuestra llegada, no
pudimos dejar de contemplar y seguir muy
de cerca el cambio de la Guardia Real que se efectuaba en ese momento. Dada la
inclemencia del clima fuimos de los pocos en presenciarlo, aunque por la lluvia
y la oscuridad, las fotos de tan solemne acto, no fueron precisamente las
mejores. Del conjunto nos llamó mucho la atención la vista del Nuevo Teatro de
la Opera, contrastando al otro lado del canal y nos habla de una ciudad con
pasado que piensa en el futuro.
Aunque intentamos volver antes
del ocaso al Tivoli esto fue imposible, ya que a las 4:00 pm ya se hacía de
noche y saliendo del hotel a las 9:00 am los días se hacían realmente cortos,
bueno en fin, el parque Tivoli es sorprendente y mágico, realmente su lago es
espectacular, las luces te abruman y te seducen, tratan de tener una representación
de muchas culturas: hay un Taj Majal, una pagoda, un pueblo ruso, muchas
pequeñas representaciones por el estilo, acompañado de atracciones mecánicas y
como estábamos en navidades no podía faltar la decoración decembrina. Para mitigar un poco el frío pedimos una bebida
achocolatada y aunque se trataba de un parque infantil podíamos acompañarla de
whiskey, brandy o baileys. En el parque subimos a su moderna montaña rusa y por
unos momentos volvimos a la infancia con la Santa Claus más real visto por mis
ojos. Fue tanta mi impresión, que decidimos dejar de lado la vergüenza y
acercarnos para retratar el momento; realmente ese momento me hizo retroceder a mi
más tierna infancia, y no sé si fue por el ambiente festivo, el alcohol + chocolate, el
frió o el conjunto que me hizo sentir tan real el personaje que caracterizaba
algún simpático danés, y mayor seria nuestra sorpresa al acercarnos, e indicarle en nuestras intenciones con un pobre nivel de inglés,
y ver su respuesta en un perfecto y claro español, por unos segundos
llegue a afirmar que este cariñoso y amable personaje era real, aunque luego
reflexione, llevado por la emoción e ilusión del momento, Santa
Claus existe definitivamente en el corazón del Niño que cada hombre lleva...
Y así termina un corto recorrido,
pero gran viaje por una de las ciudades europeas con mejor calidad de vida…
Guardo la ilusión de visitarla nuevamente.